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martes, 15 de octubre de 2013

Recordando Skyfall



Cuando comenzaron a aparecer los pósters de Casino Royale con la cara de Daniel Craig, allá por el 2006, yo no callaba mi indignación. Para empezar era rubio y su cara de pato encandilado me parecía indigna para un personaje que admiré desde mi primera infancia. No lo bajé de pendejo hasta que vi la película. Entonces no tuve más remedio que aceptar el hecho de que no sólo no había decepcionado en el papel, sino que había hecho una de sus interpretaciones definitivas. En los cines se exhibió la última versión fílmica del 007 en el 2012. Esta vez el título es "Skyfall" y está dirigida por Sam Mendes, el enorme director de "American Beauty" y "Road to Perdition". Otra vez mis expectativas volvieron a acumularse con mucha anticipación, pero esta vez para bien.

Desde "Casino Royale" se notaba que la antigua franquicia había asumido el cambio de épocas y las nuevas formas de hacer cine de acción. Las películas sobre Jason Bourne habían dejado como fetiches camp a la pluma explosiva y el carro invisible de Pierce Brosnan (los excesos de antaño mejor ni mencionarlos). Cuando "Quantum of Solace" se rodó todavía no se disparaba el misil atómico llamado "The Dark Knight" y era de esperarse que la siguiente entrega le debiera mucho al Batman de Nolan; a fin de cuentas son personajes con muchas similitudes, aunque a diferente profundidad. Las comparaciones no han cesado pero creo que en muchos casos se deben más a la fascinación cuasi religiosa que ejerce la saga de Nolan sobre sus seguidores que a las películas por si mismas. Nolan supo darle seriedad y complejidad a los héroes inocentes que existen desde mucho antes que MTV, pero nunca supo cómo filmar una buena pelea.

Es un hecho entonces que las películas de James Bond al fin supieron adaptarse al cine contemporáneo. Creo que ahí se encuentra el gran fondo de "Skyfall". Toda la película es un inteligente homenaje a la vez que una muy entretenida película de acción; todo sin caer nunca en el fan service corriente ni en la afectación pretenciosa que Nolan no siempre pudo evitar. Los guiños y one-liners están insertados con muchísima elegancia, mientras que las secuencias de acción llegan a niveles muy elevados de elaboración cinematográfica.

Las películas "de espías" como James Bond son un producto que parecía inconcebible sin la guerra fría detrás. En aquel entonces los buenos (occidente, los valores capitalistas, el imperio, Su Majestad) eran MUY buenos y los malos (los rojos totalitarios y compañía) eran terroríficos. Actualmente -y se nos dice casi textualmente en una parte de la película- esas líneas antaño tan pulcras se han vuelto bastante opacas. El espionaje de la vieja guardia, lubricado con exceso en los martinis y las mujeres, parece un capricho nostálgico frente a la facilidad de hacer click en una computadora. Es la misma disyuntiva entre ver una película en el cine cuando se tienen todas las opciones al alcance de la mano o entre salir con tus amigos a charlar en vez de pasártela viendo sus fotos en Facebook. En ese sentido "Skyfall" es una película que habla sobre sí misma: ¿Qué justificación existe para hacer películas con el 007 como protagonista en pleno 2010, a 50 años de que Sean Connery le coqueteara por primera vez a Miss Moneypenny? Ésa es la pregunta que Sam Mendes respondió con eficacia, demostrando que hasta los clichés más anquilosados de la cultura popular pueden tener nuevo resplandor cuando se ponen en manos de la creatividad y el buen gusto.

"Skyfall" conmemoró el 50 aniversario del James Bond fílmico de la única manera deseable: con una excelente película. Después de haberla visto, estoy convencida de que mientras el cine exista van a seguirse haciendo películas del personaje con licencia para matar inventado por Ian Fleming.

Por Samantha Salinas.

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